viernes, 19 de octubre de 2012

ACTIVIDAD 9

Esta ha sido una actividad compleja... El famoso romance antiguo de la doncella guerrera en prosa... Os enseñamos el texto original y algunas versiones nuestras:



Pregonadas son las guerras de Francia para Aragón,
¡Cómo las haré yo, triste, viejo y cano, pecador!
¡No reventarás, condesa, por medio del corazón,
que me diste siete hijas, y entre ellas ningún varón!
Allí habló la más chiquita, en razones la mayor:
-No maldigáis a mi madre, que a la guerra me iré yo;
me daréis las vuestras armas, vuestro caballo trotón.
-Conocerante en los pechos, que asoman bajo el jubón.
-Yo los apretaré, padre, al par de mi corazón.
-Tienes las manos muy blancas, hija no son de varón.
-Yo les quitaré los guantes para que las queme el sol.
-Conocerante en los ojos, que otros más lindos no son.
-Yo los revolveré, padre, como si fuera un traidor.
Al despedirse de todos, se le olvida lo mejor:
-¿Cómo me he de llamar, padre? -Don Martín el de Aragón.
-Y para entrar en las cortes, padre ¿cómo diré yo?
-Bésoos la mano, buen rey, las cortes las guarde Dios.
Dos años anduvo en guerra y nadie la conoció,
si   no fue el hijo del rey que en sus ojos se prendó.
-Herido vengo, mi madre, de amores me muero yo;
los ojos de Don Martín son de mujer, de hombre no.
-Convídalo tú, mi hijo, a las tiendas a feriar,
si Don Martín es mujer, las galas ha de mirar.
Don Martín como discreto, a mirar las armas va:
-¡Qué rico puñal es éste, para con moros pelear!
-Herido vengo, mi madre, amores me han de matar,
los ojos de Don Martín roban el alma al mirar.
-Llevarasla tú, hijo mío, a la huerta a solazar;
si Don Martín es mujer, a los almendros irá.
Don Martín deja las flores, un vara va a cortar:
-¡Oh, qué varita de fresno para el caballo arrear!
-Hijo, arrójale al regazo tus anillas al jugar:
si Don Martín es varón, las rodillas juntará;
pero si las separase, por mujer se mostrará.
Don Martín muy avisado hubiéralas de juntar.
-Herido vengo, mi madre, amores me han de matar;
los ojos de Don Martín nunca los puedo olvidar.
-Convídalo tú, mi hijo, en los baños a nadar.
Todos se están desnudando; Don Martín muy triste está:
-Cartas me fueron venidas, cartas de grande pesar,
que se halla el Conde mi padre enfermo para finar.
Licencia le pido al rey para irle a visitar.
-Don Martín, esa licencia no te la quiero estorbar.
Ensilla el caballo blanco, de un salto en él va a montar;
por unas vegas arriba corre como un gavilán:
-Adiós, adiós, el buen rey, y tu palacio real;
¡que dos años te sirvió una doncella leal!
Óyela el hijo del rey, tras ella va a cabalgar.
-Corre, corre, hijo del rey que no me habrás de alcanzar
hasta en casa de mi padre si quieres irme a buscar.
Campanitas de mi iglesia, ya os oigo repicar;
puentecito, puentecito del río de mi lugar,
una vez te pasé virgen, virgen te vuelvo a pasar.
Abra las puertas, mi padre, ábralas de par en par.
Madre, sáqueme la rueca que traigo ganas de hilar,
que las armas y el caballo bien los supe manejar.
Tras ella el hijo del rey a la puerta fue a llamar.
¡Abre las puertas, Martín, no te pongas a hilar!
                   Ya están aquí tus amores, los que te van a llevar.

         La versión en prosa de Íñigo G es muy divertida:


Relato de la doncella guerrera
Esta es la historia de las guerras de Francia y Aragón. El padre de una doncella aragonesa le replicaba a su mujer que no le había traído ningún hijo para ir a la guerra. Pero una de sus hijas quería complacer a su padre yendo a la guerra ella como si fuera un hombre. Sin embargo, su padre le decía que no parecía un hombre, necesitaba cortarse el pelo, que no se le notaran los pechos, su voz y sus ojos. Pero ella, aun así, solucionando todos sus problemas de apariencia consiguió convencer a su padre para ir. Usó el nombre de Rasputín De Rascallú (aunque su nombre real era Eusebia-Daniela De Vicente). Cuando volvió de la guerra, un príncipe aragonés se enamoró locamente de Rasputín y volvió a su casa diciendo que se había enamorado de un soldado que resultaba ser una bella mujer. Y su madre, que le creía, le dijo que se la llevara de compras a la feria y que si era mujer miraría las ropas, de lo contrarío miraría las armas. Volvió sollozando a su palacio porque Rasputín De Rascallú disimuló bien. Entonces la madre le dio otro consejo, que se la llevara a jugar a las anillas: si las coge con las piernas juntas es hombre y si no las coge es mujer. Pero no consiguió su propósito ya que Rasputín disimuló bien y el príncipe volvió del campo sollozando porque estaba muy enamorado de la princesa infiltrada pero no podía probar que era una mujer y la reina le dijo que le invitara a Rasputín a bañarse desnudos así sabría si era hombre o mujer. Pero cuando le invitó le dijo al príncipe que su padre estaba muy enfermo y se tenía que ir para visitarle, pidió permiso al rey y se fue lo más rápido que pudo. Entonces la princesa, ya aburrida de hacer de hombre, le pidió a su madre que le sacara la rueda de hilar pero el príncipe aragonés se presentó en su puerta y le dijo: “Deja de hilar porque nos vamos a juntar en santo matrimonio”.
Y SIN HABERLO DESEADO ESTE CUENTO SE HA ACABADO. 

La versión en prosa de Sergio también está muy bien:
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Relato de la doncella guerrera
Esta es la bella y tórrida historia de un idilio entre dos jóvenes de unas familias de condes. Uno de  los condes de Aragón le reprocha a su amada que de siete descendientes ninguno salió varón, justo lo que el conde quería para guerrear contra los franceses. La más pequeña, la mayor en inteligencia, le pide luchar contra los galos en nombre de la corona de Aragón. Rosa María de la Vega, que así se llamaba la muchacha, tras unos sabios consejos de su padre, torna su imagen un poco más masculina y sale a batallar con el nombre de Rascallú de Rasputín. Tras dos años de guerra, nadie la reconoce, pero un conde se enamora de sus ojazos y este se presentó ante su madre y le confesó:
- Madre, de amor voy a explotar ,que Rascallú de Rasputín en el corazón me da alegría sin fin. Madre, su belleza me hipnotiza.
La madre le dice que vaya al mercado y que lleve a Rascallú a comprar, en caso de ser mujer, estaría observando las bellas ropas, pero de ser hombre, en las armas se fijaría. Y así fueron, y, como esperaba Rascallú se preocupó por las armas: “¡Qué rico puñal es éste, para triturar a los moros!”.
Más enamorado que antes vengo aún, los ojos de Rascallú de Rasputín roban el alma bellamente.
Confusa, la condesa le dice a su hijo que la lleve a solazar, y que si fuera una mujer iría a los almendros. Pero no fue así, para encubrir su tapadera, una vara fue a conseguir, para arrear a su caballo. Fueron muchas las pruebas que la condesa le impuso a Rasputín, hasta en paños menores en la piscina le propuso ir, pero solo en el momento de la despedida se pasó por mujer:
-Adiós, adiós buen rey, que dos años te sirvió una doncella leal.
Creyéndose que estaba sola, esto fue lo que dijo, pero su amado la descubrió. La siguió a caballo trotando en el bosque, hasta que llegó al castillo de la hermosa Rosa María. Se presentó e interrumpiendo la hora de hilar de la joven, le propuso matrimonio.


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