miércoles, 20 de febrero de 2013

ACTIVIDAD 8

En esta actividad, Almendrita vino a visitar nuestro corazón. Y con ella tuvimos que hacer de escritores colectivos; en grupo de dos o de tres, buscamos un final para esta fantástica -y tierna al mismo tiempo- historia. En negrita está la historia que nos dio la profesora, el último párrafo es nuestro.

Aquí os dejamos dos finales geniales, pero distintos, ¿cuál os gusta más?:



Érase una vez un matrimonio muy apenado porque no podía tener hijos. Los esposos deseaban, más que nada en el mundo, compartir su amor con un niño. Tanta era su tristeza, que se pasaban las noches enteras llorando por no poder acunar a un bebé.
Habían probado todos los trucos y remedios que conocían sin que la mujer se quedara embarazada. Desesperados acudieron a la hechicera del lugar. La bruja se compadeció mucho de ellos y les entregó una semilla de cebada para que la plantaran en un tiesto. El marido y la mujer se miraron asombrados sin entender lo que pretendía pero siguieron sus instrucciones.
Días después brotó una preciosa flor en la maceta. En medio de la planta estaba sentada una niña tan hermosa como diminuta. Por su tamaño, igual que el de una almendra, su madre la llamó Almendrita.
Ningún nombre habría podido describirla mejor. Era tan pequeña que su padre la paseaba asomada al bolsillo de la chaqueta. Una cáscara de nuez le servía de cuna y se bañaba en un dedal. No les importaba que fuera así de chiquita porque había llevado una gran felicidad al hogar del matrimonio.
Una noche un sapo secuestró a Almendrita cuando dormía. Mientras soñaba con mirar el mundo desde lo alto de una gigantesca montaña, el bichejo la arrastró sigilosamente a su cueva para casarla con su hijo.
La madre quedó horrorizada cuando descubrió la camita vacía por la mañana. Desesperados y medio dormidos buscaron a su hijita por todos los rincones de la casa.
- Es tan diminuta que puede estar en cualquier sitio –se lamentaban.
Muy lejos de allí los sapos se concentraban en organizar la boda a la que estaba invitada toda la charca. En tanto decidían dónde sentar a sus parientes, dejaron a Almendrita en una hoja de morera junto a la orilla. Desde aquella altura no podría escapar.
Tan cerca estaba del agua que los peces cortaron el tallo y la deslizaron subida a la hoja por la corriente del río. Los sapos no se enteraron porque estaban despistados probándose el chaqué.
Al pasar cerca de tierra, Almendrita saltó a la orilla donde se encontró con un escarabajo. Al insecto le gustó tanto aquella diminuta niña que se la llevó a su casa para casarse con ella… Pero todos sus amigos se rieron de él.
- Un escarabajo debe casarse con una escarabaja –le picaban.
Cansado de sus burlas, el escarabajo devolvió a la niña al lugar en el que la había conocido y se buscó una novia escarabaja para que le dejaran en paz.
Pasito a pasito, Almendrita llegó caminando a la casa de una ratita silvestre.
- ¿De dónde vienes niña? –le preguntó curiosa.
- Un sapo me secuestró y me llevó a su cueva para casarme con su hijo. Después los peces me raptaron y acabé viviendo con un escarabajo muy feo que también quería que fuera su esposa. Pero sus amigas escarabajas le dijeron que no se casara conmigo y me devolvió al mismo sitio en el que me encontró. Desde allí vengo andando –explicó Almendrita su aventura.
- No te preocupes. Podrás quedarte a vivir conmigo –se ofreció la simpática ratita.
Con el tiempo las dos se hicieron muy amigas. Almendrita conoció a sus nuevos vecinos, entre los que estaba un topo cegato que acabó enamorándose de ella. Así que el animal también le propuso casarse con él pero la niña le rechazó. A ella le gustaba mucho el sol y el topo no podía soportarlo. Por eso vivía en una cueva bajo tierra. No estaban hechos el uno para el otro aunque también se hicieron buenos amigos.
Así conoció Almendrita a la golondrina con la que el topo compartía su madriguera. Durante el invierno hablaron muy poco ya que siempre estaba dormida. Hasta que un día de verano, estando Almendrita de visita, el pájaro despertó con el calor. Estiró sus alas cuanto pudo y charló con la niña.

No muy  lejos de allí volaba la novia de la golondrina que vio que este estaba ligando con Almendrita y se puso celoso y la atacó. La golondrina, que estaba enamorado de Almendrita, la defendió y mientras las golondrinas peleaban, Almendrita huyó y se chocó con el zapato de la hechicera, así que esta se lo llevó a su casa. Almendrita le contó su aventura y se compadeció mucho de ella, pero no sabía qué hacer... entonces tuvo una idea: plantaría otra semilla de cebada del que después de unos días salió "Avellanito". Ambos se enamoraron, se casaron y vivieron felices para siempre. De ÍÑIGO B.

Después de una larga y tendida charla sobre el matrimonio y la familia con la golondrina, Almendrita decide volver a casa, y se encuentra una sorpresa: en casa le esperan Pulgarcito, Garbancito, el Ratoncito Pérez... Todos, pretendientes de su tamaño. Todos son muy guapos y muy listos, además de muy amables, pero hay un problema. Ella no está totalmente enamorada de ninguno. Muy triste, va con la hechicera que la hizo nacer y le pide una poción para crecer. Esta se la concede y, de repente, Almendrita crece hasta un tamaño normal. Un príncipe habla con sus padres y les pide la mano de su hija. Estos aceptan y, nada más presentarse, el príncipe la lleva a la gigantesca montaña con la que soñó un día y, aparte de las vistas, el olor a rosas, dieron ambiente para que la pareja construyera allí una casa, donde tuvieron muchos hijos. De SERGIO.




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