La fábula que había que reescribir en prosa era la de "La lechera" (de Félix Samaniego y bastante antigua):
Llevaba
en la cabeza
una Lechera el cántaro al mercado con aquella presteza, aquel aire sencillo, aquel agrado, que va diciendo a todo el que lo advierte «¡Yo sí que estoy contenta con mi suerte!» Porque no apetecía más compañía que su pensamiento, que alegre la ofrecía inocentes ideas de contento, marchaba sola la feliz Lechera, y decía entre sí de esta manera: «Esta leche vendida, en limpio me dará tanto dinero, y con esta partida un canasto de huevos comprar quiero, para sacar cien pollos, que al estío me rodeen cantando el pío, pío. Del importe logrado de tanto pollo mercaré un cochino; con bellota, salvado, berza, castaña engordará sin tino, tanto, que puede ser que yo consiga ver cómo se le arrastra la barriga.
Llevarelo
al mercado,
sacaré de él sin duda buen dinero; compraré de contado una robusta vaca y un ternero, que salte y corra toda la campaña, hasta el monte cercano a la cabaña.» Con este pensamiento enajenada, brinca de manera que a su salto violento el cántaro cayó. ¡Pobre Lechera! ¡Qué compasión! Adiós leche, dinero, huevos, pollos, lechón, vaca y ternero. ¡Oh loca fantasía! ¡Qué palacios fabricas en el viento! Modera tu alegría, no sea que saltando de contento, al contemplar dichosa tu mudanza, quiebre su cantarillo la esperanza. No seas ambiciosa de mejor o más próspera fortuna, que vivirás ansiosa sin que pueda saciarte cosa alguna. No anheles impaciente el bien futuro; mira que ni el presente está seguro. He aquí algunas de las mejores versiones en prosa:
1.- De DIEGO:
Una vez una lechera llevaba un cántaro de leche al mercado; iba con aire contento de pensar que vendería esa leche y que con ella ganaría mucho dinero, e iba pensando qué haría con el dinero que ganaría, pensaba que compraría gallinas, una vaca, un cerdo, un ternero, huevos... Ella no se decidía y tenía que elegir un vaca que le diese leche, un ternero que brincase, un cerdo para verle arrastrar la barriga, una gallina que diera huevos que se convirtiesen en gallinas, etc. Entre pensamiento y pensamiento, cuando pensó lo del cordero que brincaba, de la alegría, saltó con tal fuerza que al aterrizas el golpe provocó que el cántaro se le cayese y se le rompiese. De esto aprendió que no hay que alegrarse con los pensamientos fantasiosos.
2.- De ÍÑIGO B:
Érase una vez una lechera que iba con su cántaro al mercado diciendo, contenta como ella sola, que el mercado iba a comprar huevos, un gordo lechón, una vaca y un ternero, con el dinero que sacase de su leche. Yendo al mercado tan contenta dio un gran salto violento y el cántaro con su leche fue a caer al suelo. Pobre, pobre, pobre lechera, que al final se ha quedado sin sus huevos, su lechón, su vaca y su ternero. Así que aprende de esta pobre lechera que no hay que anhelar el bien futuro, mira que ni el presente está seguro. ¡Pobre, pobre, pobre lechera!
3.- De CARLOS:
Érase una vez una mujer que pensaba que todo le saldría bien. Un día, yendo al mercado a vender la leche que acababa de sacar de la vaca, fue imaginando todo lo que iba a hacer si saliera bien todo lo planeado. Iba despistada y todos los que la veían le advertían que tuviera cuidado, pero ella ni caso y, al final, la lecha por el suelo y su sueño junto a él. La moraleja es que tienes que pensar en el presente antes que en el futuro.
4.- De SERGIO:
La historia trata sobre una lechera que, contenta con su leche, va camino al mercado pensando en los bienes que puede acarrearle la leche. Pensaba que con el dinero de la leche, compraría un canasto de huevos. Luego de los huevos nacerían unos pollitos, que acabarían siendo gallinas. Luego compraría un cerdo, que engordaría tanto... Este le daría un buen dinero, con el que compraría un ternero y una vaca. Muchas eran las cosas buenas que quería que le pasaran a la lechera, pero en un arrebato, se tropezó fatalmente. Se tuvo que olvidar de todo, y aprendió que si ni el presente está claro, el futuro menos.
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